martes, 3 de marzo de 2009

"Días de Caramelo"

(Pintura; El anciano de los días - William Blake 1794).

Los días son como caramelos.

Los hay dulces, exquisitos, que te dejan un sabor duradero e irrepetible.

Otros son de un sabor extraño, tipo regaliz, que a algunos vuelven loco y otros odian. Hay que te mantienen en vilo, despiertos como si estuvieran empapados de café. También tenemos rellenos, con un cambio de sabor sorprendente, explosivo y fermentado, que o te cautivan o te dejan indiferente.

Hay días que parecen que se te atragantan, que se quedan en el paladar y te asfixian, o incluso que se quedan pegados en las muelas y te cuesta hasta hablar.

Sin embargo hay otros que te facilitan respirar, te ofrecen una bocanada de aire fresco en tu interior abriéndote las vías del alma, e incluso, aliviándote la tos que te encoge el pecho.

Días que no saben a nada, días con sabor a miel, o a hiel, días con un agujero en el centro que dan significado al vacío, días de sabor intenso que te hacen cerrar los ojos para poder sacarles sabor, días envueltos, afrodisiacos, días sabor a monótono, días que pican, días que duelen, días que hieren, y hasta hay, inevitablemente, un día que mata.

Ayer era radicalmente insípido, y cuando me di cuenta de que en realidad estaba saboreando veneno ya era demasiado tarde. Hoy todo ha cambiado, y me cuesta digerirlo, aunque no me mata.

Mañana será otro día..... otro caramelo.

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