viernes, 6 de febrero de 2009

"Mi karma; Ep. V: Incondicionalmente fiel (...o, con perdón, cómo salir de las mierdas movedizas)"

Hace muchos años, estando, para mí y a mi corta edad, a muchos kilómetros de casa, cuando volví al coche con mi familia teníamos una rueda pinchada. Era de noche, no existían los móviles, estábamos enmedio de la nada, pero no había problema, estaba mi padre.

Nunca tuve la sensación del niño del tobogán (algún día lo explicaré), y siempre pensé que si había alguien que lo podía solucionar, ése era mi padre (no ignoro la sensación de protección que ofrece la figura materna, pero no es ése el tema que me ocupa).

Después, con el paso del tiempo, y amparado en la distancia, recibes esa sensación paterna (aunque lejana), y familiar, pero también conoces personas sin lazos de sangre que te ofrecen la seguridad de que, de un modo u otro, se solucionará. Además, te vas haciendo a la idea de que en algún momento esa posición paterna la ha de ocupar uno mismo, y no puede defraudar al que espera la solución. (No hay problema).

Pero hay situaciones que no transcienden. El día a día que te recome el alma tan inerte que no viaja cientos de kilómetros, ni siquiera se comparte en una mesa donde las distancias se reducen proporcionalmente a la confianza que otorga convivir. El karma se nubla, se convierte en un suicida aficionado tendente a intentarlo.

Ayer fue uno de esos días. Como ya comenté la mierda (hoy con perdón), no me dejaba respirar, no pude volar. Me vi como años atrás, llegando al coche, rodeado de la nada, sin móvil, con la rueda pinchada, y sin mi padre (completamente solo). De buena gana me hubiese sentado a llorar de impotencia, de rabia, aunque las lágrimas no hubieran solucionado nada.

Toda mente tiene un resorte, una o unas ideas, dependiendo de la fortaleza mental de cada uno, que ayudan a salir de la desesperación. Odio en estos días a los que utilizan la palabra "depresión" con una velocidad tan insensata como amoral, es una enfermedad tremendamente seria para banalizarla, normalizarla o generalizarla a la más mínima creencia de aparición de un síntoma.

Ayer fui plenamente consciente de mi resorte. "No hay problema" me dijo con una frialdad escalofriante. Tan contundente como efectivo. Considero que a diario la situación puede que se invierta, pero ayer me di cuenta de que cuando todo se hunde, cuando no me quedan motivos ni ganas de seguir, basta con que ella me diga "no hay problema" para volver a conseguir la seguridad necesaria para comerme el mundo, y, si no encuentro el gato, tener la fuerza suficiente para empujar el coche hasta donde haga falta.

Hoy la situación es exactamente la misma que ayer, pero, en mi silencio, he encontrado el motivo y la fuerza (incondicionalmente fiel) que me saca de "las mierdas movedizas" (con perdón).

Eres tú mi chula.

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