miércoles, 28 de enero de 2009

"No dañen mi inteligencia; "El Edificio (de Sant Boi) donde murieron cuatro niños había pasado todas las revisiones (elpais.com)"

No quería hablar de esta noticia. Duele, y cuando duele no se puede razonar, pero eso no significa que maltraten la inteligencia colectiva.

No quiero analizar la noticia desde el punto de vista moral ni sentimental, porque me vengo abajo y aprietan las lágrimas con sabor a impotencia y dolor, o me vengo arriba y maldigo, por lo que trataré de ser objetivo y racional.

Desde este punto de vista hay dos hechos indiscutibles, uno, que el edificio se vino abajo, dos, que las revisiones estaban hechas. Por lo tanto, y evidentemente, algo falla estrepitosamente.

No soy experto, más bien, no tengo ni idea de arquitectura, pero tengo clarísimo que por mucho viento que haga no me cabe en la cabeza que un edificio se caiga al suelo. Vamos más allá, no había partida para su acondicionamiento porque había pasado las revisiones sin problemas, y, bajo esta premisa, no hay responsabilidades (somos el "país de los irresponsables").

Dañan la inteligencia colectiva. Llevan a la normalidad un hecho horrible y lo justifican con que habían pasado las revisiones para acabar definiéndolo como un accidente. Odio la cobardía que se escuda en el dinero, el poder y el hermetismo y encubrimiento profesional.

Seamos valientes, que nadie insulte a nuestra inteligencia y quede impune. Esa instalación objetivamente no estaba en condiciones, y si alguien firmó una revisión diciendo que era correcta, clara y objetivamente se equivocó, ya entraremos si había dolo, dejadez o incompetencia profesional, pero que esa persona no vuelva firmar otra revisión en su vida, que no pueda ejercer su trabajo ya que ha demostrado una incapacidad con daños irreparables, y que sus "responsables" (profesionales o políticos) den la cara y asuman su responsabilidad, y si para alguno de ellos se demostrase que han incurrido en un acto delictivo, indudablemente, que lo resuelva la justicia, no la injusticia de la omisión.

Pasé parte de mi infancia y de mi juventud viviendo para jugar los sábados "el partido", era el día especial que esperaba durante la semana, y que ni fiebre, ni un tobillo destrozado, ni la lluvia, ni el viento, quería imaginar que me impediría jugar. Y si nos tocaba pabellón, era día de fiesta. Maldigo mi suerte.

Hoy he visto a uno de los padres hablando en la televisión y las palabras le salían de las entrañas, por favor, el que tenga valor que le explique que el edificio había pasado todas las revisiones, que estaba en perfectas condiciones, por eso no había partida presupuestada, ... yo desde aquí lo único que puedo hacer es enviarle un "lo siento" que de muy poco le puede servir, pero, bajo ningún concepto, me atrevería a dañar su inteligencia, bastante le han dañado el alma.

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