sábado, 31 de enero de 2009

"Yo soy Español"


(Respeto todas las banderas, creo en la unión de culturas para enriquecimiento intelectual, y en la integración del inmigrante para favorecer el avance social, y rechazo totalmente la máxima excluyente "España es para los españoles").

No entiendo a los que queman nuestra bandera, a los políticos que la empequeñecen, ni a los que consideran que este sentimiento significa "ser facha", racista, homófobo,... no tiene nada que ver, simplemente, como muchas otras personas de este mundo, amo y respeto infinitamente a mi país.

Odio a los que exaltan este sentimiento sólo con los triunfos deportivos, y luego tienen su domicilio fiscal en paraísos lejanos e inalcanzables.

Admiro la valentía de nuestros Descubridores que desafiaron la angustiosa idea del fin del mundo, de Reyes que gobernaron tierras donde no se ponía el sol, Reinas que se consumieron en su locura, Cantones defendidos por cañones que quebraban el cielo ante la atenta mirada de un mar tan azul como compungido, las Cuadrillas Famélicas que desafiaban a grandes batallones franceses, tiemblo al pensar en la Reconquista en nombre de un dios bicéfalo, en una Guerra incivil y fraticida, anhelo la forma de vida de los desalmados bandoleros que reinaban en la impunidad de la sierra, y lamento la arrogancia de una Armada Invencible que acabó convertida en astillas que engulló la implacable profundidad del mar.

Creo en la tierra que soñó Cervantes desde la Cueva de Medrano y que recorrí imaginariamente con mi señor Alonso Quijano, en la realidad de la Picaresca del Lazarillo en la que vivimos, en los extensos Campos de Castilla de Machado, en la agónica Granada de Lorca, en los cráneos esperpénticos de Valle-Inclán, en los mares que defendían con cien cañones por banda los bergantines de Espronceda, o en la Poesía proscrita de Bécquer que podía llegar a enamorar a Calixto y Melibea.

Me apasiona el temple y la calma que empapa la brisa del mar que llega de la costa, la magia infinita que tienen el corazón de nuestras islas, los campos inabarcables de nuestro interior que ocultan tierras eternamente fértiles, y los ganados pata negra donde se confunden churras y merinas que se niegan a transhumar, la insólita e inigualable mezcla cultural del sur, la nobleza baturra, y la geografía extraordinaria del norte, de tierras vetustas coronadas por ríos donde todavía hoy mientras los caballos beben, se puede escuchar dulce cantar.
No conocemos el pesimismo, vivimos bajo la atenta mirada del sol, rodeados por bares que te ofrecen la irresistible tentación de, en la mañana, vermut y aperitivo, y, las tardes de sol, vino y terracitas, con la inmejorable suerte de que Alfonso X "el Sabio", ordenara poner algo de comer para quien pidiese un vino tratando de evitar que se le subiese a la cabeza a los buenos hombres del pueblo, o tal vez que un camarero le tapase a Alfonso XIII su vino con una loncha de jamón para que no le entrase arena. Disfrutamos de la gastronomía que nace del mar, tierra de vinos, del cerdo hasta los andares, marisco de pura cepa, huerta de cinco tenedores, carne cinco jotas, aceite néctar de dioses...

Tenemos historia, tradiciones remotas, costumbres inexplicables, morenas inmortales (¡Ay mi morena guapa!, ¡si la viese Curro Romero de Torres sabría que se equivocó de modelo!), rubias contemporáneas, guitarras que suenan como un cuerpo de mujer, flamenco camarónico que resquebraja el alma, el destape, la siesta, envidias cotilleo,...

Esta es mi tierra, anciana madre, cuarteada "piel de toro" enmarcada en un plus ultra infinito.

Yo soy Español.

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